Cuando invitamos nuestros amigos españoles a comer pasta es inevitable la pregunta: os gusta al dente? Porque la comemos así los italianos? La respuesta es muy simple: porque se digiere mejor. Cuando cocemos mucho la pasta esto hace que suelte mucho más almidón que es más difícil de digerir que si en cambio la dejamos al dente. Como dice el nutricionista Luca Piretta, es recomendable consumir pasta cocida al dente en lugar de muy cocida porque la menor digestión de los almidones permite una descomposición más lenta de las moléculas de glucosa contenidas en el propio almidón. Por lo tanto, habrá un menor impacto en el índice glucémico y una menor estimulación de la producción de insulina y, en consecuencia, la misma pasta tendrá un menor impacto en el almacenamiento de grasa en el cuerpo. La cocción prolongada, en cambio, provoca una liberación de almidón y también ocurre que el agua es parcialmente absorbida por la pasta. ¿Resultado? Una pasta, además de no precisamente agradable al paladar, tampoco muy digerible y con un índice glucémico muy superior al de la pasta al dente, por lo que no es muy adecuada para personas con diabetes, pero también para quienes están siguiendo una dieta adelgazante. Los picos glucémicos, de hecho, inducen una sensación de saciedad ficticia y muy breve. Tendrá hambre mucho antes, con el riesgo de caer en la tentación de disfrutar de bocadillos entre comidas y trampas poco saludables.